De la virtualidad, a la cuarta revolución industrial

A finales de 2004, George Siemens planteó, mediante su Teoría conectivista, el cambio radical que se produciría en la forma de adquirir conocimiento en un mundo interconectado en el que personas y objetos tendrían la misma consideración de nodos.

El desarrollo tecnológico ha favorecido esta interconexión a gran escala, generando datos de manera exponencial y permitiendo que no sólo las personas sino también las máquinas aprendan (machine learning) y, n sólo eso, sino que lo hagan de distintas maneras (aprendizaje supervisado, aprendizaje no supervisado, aprendizaje semisupervisado o aprendizaje por refuerzo), se especialicen en áreas de conocimiento y sean capaces de tomar decisiones.

Las máquinas son capaces de programar y reconocer errores de una forma mucho más eficiente que los humanos y, de hecho, se autoprograman continuamente para acceder a nuevos datos y mejorar así sus resultados.

Tenemos a nuestra disposición inmediatez, sincronía y omnicanalidad en las comunicaciones,  rapidez y optimización de procesos, predicciones fiables basadas en datos que contribuyen eficientemente a la toma de decisiones, etc.

Las tecnologías que lo propician se han consolidado, aceleradamente de manera significativa por el #COVID-19 ya que la virtualidad se ha vuelto obligatoria en pocesos habituales como la formación, la salud, o el comercio.

Se ha puesto las bases para que en el ámbito digital cada vez tengan mayor incidencia procesos de Inteligencia Artificial (IA), Cadena de bloques (Blockchain), Realidad virtual y aumentada, o de #cuanticismo, mientras que en el plano fisico emergerán con fuerza la Biotecnología, la Robótica, la Impresión en 3D, el Internet de las Cosas (IoT) o la generación, transmisión y almacenamiento de energía, abriendo paso a la cuarta revolución industrial, que requerirá un considerable esfuerzo de adaptación.

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